Catriela Soleri
Nacida en la bella Celaya hace dos décadas, me encuentro ahora en algún lugar de León sentada, escribiendo sobre mí.
Revolucionaria y socialista de corazón.
Burguesa y hedonista por condición, o simple y raro azar.
Siempre buscando un espacio donde escribir, mi baja estatura y mi gran suerte me acomodan en todas partes.
Apasionada de las letras y todo aquello que quepa en el extenso concepto “arte”. Me desenvuelvo en un mundo dramático de ficción, mientras el verdadero drama nacional termina de forma insospechada.
Amargada, antisocial y pesimista.
Amante del tango y la música andina, protectora de la cultura latinoamericana.
Amiga de los animales, enemiga de la sociedad de cabezas huecas. Pero ante todo, de mí misma.
Escondida bajo el seudónimo de una mujer en soledad, escribo.
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Catriela Soleri
No importa cuantos siglos de evolución humana haya detrás nuestro. La gente nunca dejará de preguntar al escritor, si su obra está basada en su vida personal.
Catriela Soleri
Nos amaneció en la misma cama, y la luz del sol, que ya se asomaba por la puerta abierta, me despertó a mi primero. Me levanté al baño, me lavé la boca y, para despabilarme, me mojé la cara.
Caminé a la cocina para preparar dos cafés negros que luego llevé a la habitación. El aroma pareció despertarte, porque moviste una pierna y hundiste el rostro en la almohada, haciendo un ruidito similar al de un minino consentido.
Me acosté a tu lado y me abrazaste por la cintura. Tomé tu mano derecha y la puse en mi pecho, justo encima de mi corazón. Me acariciaste desde el cuello hasta el sexo, tan tierna y delicadamente que pensé en que, si legalmente fuera posible, te haría copropietario de todo mi cuerpo. Me susurraste adormilado cosas que no entendí, giré mi cuerpo hacia ti, besé tu cuello y acariciando tu pene, te dije al oído: -¿Quieres dormir un poco más, o beber tu café y aprovechar este regalo matutino?-
Caminé a la cocina para preparar dos cafés negros que luego llevé a la habitación. El aroma pareció despertarte, porque moviste una pierna y hundiste el rostro en la almohada, haciendo un ruidito similar al de un minino consentido.
Me acosté a tu lado y me abrazaste por la cintura. Tomé tu mano derecha y la puse en mi pecho, justo encima de mi corazón. Me acariciaste desde el cuello hasta el sexo, tan tierna y delicadamente que pensé en que, si legalmente fuera posible, te haría copropietario de todo mi cuerpo. Me susurraste adormilado cosas que no entendí, giré mi cuerpo hacia ti, besé tu cuello y acariciando tu pene, te dije al oído: -¿Quieres dormir un poco más, o beber tu café y aprovechar este regalo matutino?-
Abriste tus enormes y negros ojos, y, como ignorando al sueño, miraste fijamente a los míos, te sentaste, bebiste un sorbo de tu café, y me besaste mientras atraías mis caderas hacia ti. Te abracé por el cuello mientras reencontramos nuestros cuerpos, y en el silencio de la mañana que sólo adornan los pajaritos trinando, desayunamos un poco el uno del otro. Suave, muy suavemente, nos ahogamos en el placer del amor antes de bañarnos para ir a la oficina con una gran sonrisa.
Catriela Soleri
Pronto la carrera de psicología ofrecerá una especialidad enfocada en terapia de NINIS, el plan de estudios incluirá materias como:
-Terapia ocupacional para NINIS.
-¿Cómo hablar del futuro con este sector de la población?
-Recuperación o replanteamiento de los sueños, aspiraciones y autoestima.
-"No le des el pescado, enséñale a pescar".
... entre otras...
Si usted tiene alguna sugerencia para complementar esta nueva necesidad, surgida por la actual decadencia económica y social, no dude en participar con sus comentarios.
-Terapia ocupacional para NINIS.
-¿Cómo hablar del futuro con este sector de la población?
-Recuperación o replanteamiento de los sueños, aspiraciones y autoestima.
-"No le des el pescado, enséñale a pescar".
... entre otras...
Si usted tiene alguna sugerencia para complementar esta nueva necesidad, surgida por la actual decadencia económica y social, no dude en participar con sus comentarios.
Catriela Soleri
Como siga faltando Lupita, me gano el doctorado honoris causa a las labores domésticas, por la universidad de las amas de casa pseudo- burguesas.
Eso, o invento un plan de entrenamiento físico, enfocado en la definición y escultura de las curvas femeninas, basado en el correcto manejo de escoba, trapeador, y sacudidores. El cual difundiré por el mundo a través de clases particulares para estrellas de cine y televisión, y después en vídeos dirigidos por Tarantino, que serán transmitidos a lo largo y ancho del planeta, como infomerciales, para llegar a las amas de casa desesperadas por recuperar los cuerpos por los que alguna vez les pidieron matrimonio...
Eso, o invento un plan de entrenamiento físico, enfocado en la definición y escultura de las curvas femeninas, basado en el correcto manejo de escoba, trapeador, y sacudidores. El cual difundiré por el mundo a través de clases particulares para estrellas de cine y televisión, y después en vídeos dirigidos por Tarantino, que serán transmitidos a lo largo y ancho del planeta, como infomerciales, para llegar a las amas de casa desesperadas por recuperar los cuerpos por los que alguna vez les pidieron matrimonio...
Catriela Soleri
Cómo el fumador que a media noche se aferra a dar una calada más al último cigarrillo de la cajetilla, me aferro yo a la última noche que pasamos en un bar, entre amigos. Esa vez que intentaste convencerme más de una docena de veces, de ir a una fiesta contigo. Me aferro al momento en el que regresaste por mi y rechacé la invitación por tener que levantarme temprano a la mañana siguiente, para hacer el viaje que jamás sospeché, nos separaría por siempre.
No paro de preguntarme de que manera habrían cambiado nuestras vidas, e incluso nuestras muertes, si hubiese mandado todo al diablo para subirme a tu auto, y terminar la despedida en algún otro lugar y de alguna otra forma.
Casi tan borracha como aquella noche, no hago más que pensar en ti, y en volver al tabaco, aferrándome en todo lo posible al recuerdo de nuestros últimos instantes juntos.
Hoy sin tu presencia, y en mi soledad que parece no tener fin, estoy convencida de que no me importaría haber muerto contigo en medio de todo el misterio que envuelve tu partida.
Q.E.P.D. César.
No paro de preguntarme de que manera habrían cambiado nuestras vidas, e incluso nuestras muertes, si hubiese mandado todo al diablo para subirme a tu auto, y terminar la despedida en algún otro lugar y de alguna otra forma.
Casi tan borracha como aquella noche, no hago más que pensar en ti, y en volver al tabaco, aferrándome en todo lo posible al recuerdo de nuestros últimos instantes juntos.
Hoy sin tu presencia, y en mi soledad que parece no tener fin, estoy convencida de que no me importaría haber muerto contigo en medio de todo el misterio que envuelve tu partida.
Q.E.P.D. César.