He perdido mi sombrero y el no quiere regresar.
Lo llevaba puesto, pues creí necesitarlo para salir esa mañana.
La comezón en la cabeza me inquietaba, y al sombrero también.
El sombrero se separó del cabello que debía proteger, y durante unos segundos sentí como volaba por encima de mí.
La cabeza se me enfrío, y deje de pensar algunas horas. Hasta que alguien me encontró tendida en la acera, me cubrió la cabeza y me llevó a un bar, para con un vodka poder reconfortarme.
Mi sombrero no regresa, y triste estoy sin él.