Soy pequeña, insignificante, pero, se que soy diferente a los demás; porque a pesar de mi diminuto tamaño, cabe una inmensa cantidad de tristeza dentro de mí.
Hay veces que hasta pienso que en lugar de entrañas, estoy repleta de tristeza, pura y sólida. De esa, que rara vez se encuentra en su estado natural.
Mi tristeza se mueve y se transforma. La obligo, porque un día aprendí que si la dejo estancarse, endurece; y ahí si ni quien la pueda arrancar, solo hasta que ella se canse, de estar quieta.
Tristeza finaliza con la letra “A”, es femenina, mujer, como yo. Las mujeres sufrimos; y hasta orgullo siento de estar repleta de mujer.
Algunos días, ella se estira, y se ensancha dentro de mí; en un equivalente a lo que yo tengo por período menstrual, dado que ella se reproduce de forma distinta a mí.
Durante esos días, puede ser realmente insoportable. Pero la entiendo.
Es ella, y no yo, quien se siente terriblemente aprisionada por la otra; y tanta es su desesperación por librarse de mi, que en ocasiones, parece que ni las lágrimas logran disminuirla, y sacarla, aunque la conviertan mil veces en la humedad que se acumula en mi almohada.
Taaaan grande es, que llego a sentir que pasaré días llorando para poder apaciguarla. Pero aun así, ella siempre está presente, siempre me obliga a expresarme por ella. Y yo, obedezco. Yo la amo.