Catriela Soleri
Cuando no estás te extraño, pero cuando estás sin estar te extraño más.
Catriela Soleri

-My heart is blue-  fueron sus palabras, yo las engullía lentamente, la emoción me entumía las manos.

-¡¿Qué haces aquí?!- Gritó mi madre al encontrarme dormida en la sala. Todo había sido un sueño, y no me moví durante minutos,  aferrándome a el, y a él. Poco podía hacer ya. De cualquier manera permanecí ahí, escuchándola guardar y acomodar cosas.

Nunca he entendido porque la gente despierta a quienes no tienen nada que hacer. Puede que les parezca placentero ejercer poder sobre alguien en estado vulnerable. A mi me parece detestable; pero definitivamente, los demás no son yo, y yo espero nunca ser ellos.

Terminó de hacer “cosas” y se fue. A penas me estaba decidiendo a moverme para ir al baño y pasearme por la casa, cuando mi padre bajó, e hizo ruidos similares a lo que mi madre había hecho minutos antes. Me paralicé.

Extrañamente me sentía más cómoda en la sala que en mi propia habitación, ahí me molestaban menos, aunque al carecer de puertas, quedaba a la vista de quien entrara a la casa. Una cosa por otra.

Y como para mis padres es incomprensible que la gente pase tiempo leyendo a solas, o duerma siestas en tardes aburridas. Seguirán robándome sueños violentamente, hasta que algo nos desagarre los hábitos. 

Catriela Soleri
Con la abrupta aparición de su vívido recuerdo,  me he designado como inamovible, la noche en vela.

Catriela Soleri

Estoy aquí no estando, y no donde tú escribes cartas que no son para mi.

Y no queriendo estar, estoy. Y tú queriendo estar con ella, tienes que conformarte con enviarle cartas. 

Él
Catriela Soleri

Cuando su mirada sacudió mi corazón, supe que ya nada volvería a ser igual. Desde entonces, nada anda bien.

Catriela Soleri

Me planto frente al espejo, y me observo fijamente, soy la misma, los demás me reconocen, pero sé que algo ha cambiado.  Y entonces me ignoro, para después volver a encontrar mi mirada en el reflejo, que con cada ciclo es más oscuro.

No entiendo que pasa, y ahogándome en este profundo océano, busco respuestas a través de la ventana. Donde no encuentro más que belleza.  Que lejos de alegrarme, me atormenta.

Mi determinación flaquea. 

Catriela Soleri
La humanidad no podía estar destinada a algo que no fuese la decadencia, siendo que su móvil es algo que se pudre y pierde valor con tremenda facilidad.
Catriela Soleri



Todo esto de cuestionarse cada cosa, está muy bien, pero cuando se convierte en una condición, un estado inherente a uno, puede causar más molestias de las que un ser humano puede, o quisiera soportar.

Pero un suceso le ha dado un giro a “esa” historia, y desde acá todo se torna muy divertido. Seguiré contemplando.
Catriela Soleri
A veces quiero mandarlo todo al diablo. A veces quisiera poder bloquear a ciertos lectores. Recuperar mi privacidad, ser leída por quien no me conoce. Y ya.

No elimino el blog, porque aquí empecé, y aquí ha habido buenas épocas.
Me recuerda toda la felicidad e ilusiones con las que empecé a publicar. Me confronta conmigo misma.


Ya no quiero conocer a más niños de mamá. Por favor.
Catriela Soleri


(A México llegó hasta el 2009 ...)



Cuando me enteré de que Coraline había llegado a León en 3D, me emocioné, pues hasta ahora sólo había visto en 3D películas aburridísimas en el papalote museo del niño.

No recuerdo si Melissa me propuso ir a verla, o fui yo quien lanzó la idea, ella ya la había visto, pero en 2D, así que ella,“Luiz”, y yo quedamos de irnos a las 6 p.m. para llegar a la función de las 7.30 p.m.

Se que para la mayoría de la gente, tanto tiempo de anticipación podría ser excesivo, pero para nosotros es algo con lo que tenemos que vivir, pues nuestro recorrido para ir al cine, lo hacemos en camión y a pie.

Llegamos a la parada más cercana, esperamos aproximadamente diez minutos bajo el rayo del sol, cotorreando y especulando sobre lo que veríamos, y cuan felices seríamos después de ello.

Llegaban camiones, y nosotros preguntamos como siempre si iba hacia Delta, y unos dos como siempre, nos contestaron que iban a la otra estación –San Jerónimo”. Cuando por fin recibimos el “si” de un camionero, abordamos contentísimos y nos arremolinamos entre la gente, para formar parte de la masa de sudor y grasa que ofrece una experiencia más que religiosa a los pasajeros.

Llegamos a nuestra parada, entre empujones, y tropezones, la libertadora imagen de una puerta abriéndose, nos dio el coraje suficiente para abrirnos paso, salir de ahí, y caminar hasta el cine.

Pero entre la parada y el cine, hay un recorrido de unos diez minutos, en el que tenemos que caminar por una calle donde nos llenamos de tierra los tenis, y luego recorrer el enorme estacionamiento del centro comercial. Pero siendo jóvenes, no se supone que eso nos importe, así que platicamos, cantamos, y el tiempo se fue de volada.

Recorrimos la plaza, inhalamos el horrible aroma que se percibe en un punto donde se mezclan el incienso de un local, y los químicos para el cabello y uñas, de otro. Sudamos , seguimos caminando, y cuando nos sentíamos morir, por fin estábamos frente a la taquilla, listos para comprar los boletos que nos llevarían a la gloria tridimensional.

Nos acercamos, mostramos nuestras credenciales de estudiantes en busca de un descuento, y que nos salen con la embajada de que no aplicaba para funciones de 3D, y que además cada entrada costaba setenta pesos.

¡¡SETENTA PESOS!! ¡Por dios! Pero ¿quién fue el desgraciado qué pensó en cobrarle setenta pesos a pobres estudiantes universitarios? Eso nos dejaría pobres el resto de la semana, y tomando en cuenta que era lunes, es bastante, pero ya que habíamos hecho el recorrido para llegar hasta ahí, no valía la pena, de ninguna forma regresar sin haber visto antes Coraline.

Compramos los boletos, y recibimos tres lentes coquetísimos y empacaditos. Vimos el reloj, y faltaba media hora para la función, así que dimos una vuelta por la plaza, y nos metimos a una tienda de mascotas, para admirar a la chinchilla, y hablar sobre un chango que tenían en venta.

El calor era impresionante, y estábamos sedientos. Yo me escapé de la tienda y mi espíritu beatle me llevó a sentarme en un submarino amarillo que estaba cerca. Mis amigos salieron también, y le metí cinco pesos al submarino para que me llevara donde el nowhere man, pero ese submarino cuasi amarillo y tercermundista de pacotilla, se tragó mi moneda y me estafó vilmente.

A pesar de eso, nada lograría hacerme sentirme mal, pues Coraline nos esperaba en 3D, y no había nada más allá.
Faltaban diez minutos, o quizás menos. Fuimos a lavar nuestras manos llenas de camión, submarinos, tierras y solo Dios sabe que más.

Fuimos a hacer fila afuera de la sala, pero sólo íbamos tres grupos de personas. Al recibirnos los boletos, la chava de la entrada nos pidió que entregáramos los lentes al salir de la sala. Nos aguó la fiesta, pues nosotros ya nos hacíamos con los lentes más guapos de toda la historia.

Así que tristes y todo, entramos a la sala y elegimos lugar hasta atrás y a la izquierda (para leer mejor las imágenes). Nos pusimos nuestros lentes maravillosos y nos mareamos pues los anuncios –obviamente- no estaban en 3D, reímos. Terminaron los anuncios, la pantalla se puso verde, y la película no empezaba. Pasaron cinco minutos, quizás diez. Y nada.

Los de a lado, abucheaban al cácaro, y una mujer, que probablemente era gerente del cine, entro a la sala, a explicarnos que había un problema con el proyector, pero que enseguida empezaría la película. Bromeamos, todo respecto al 3D, y “Luiz” que es chilango, habló pestes de los cácaros provincianos. Melissa se enojó por el comentario, discutieron un momento, y luego todos volvimos a ser felices, o sino, a pretender serlo.

Total que entre una cosa y otra, la película si inició, y nos dejó a todos con la boca abierta. Yo casi había olvidado como era ver película en 3D, y me emocioné muchísimo. Los cositos se acercaban, y un alfiler parecía querer picarnos los ojos.
Nosotras que acostumbramos siempre en el cine, hacer comentarios tontos, solamente intercambiamos algunas miradas de asombro. Y nada más.

Sobre la película puedo decir que es bellísima y tenebrosa. Pero también absorbente y le hace llorar los ojos a las personas, y no porque conmueva los corazones de chicos y grandes, sino porque el 3D exige forzar la vista.

La película terminó, y como siempre nos quedamos a leer los créditos, y encontrar nombres chistosos.

Nos levantamos de las butacas, y al entregar los lentecitos que tanta ilusión nos hicieron, Coraline en 3D, se convirtió en un capítulo cerrado de nuestras vidas.





Catriela Soleri

Shit! Hoy al desmaquillarme, tardé un rato en aceptar que esas manchas oscuras debajo de mis ojos no se llaman "delineador corrido" sino "ojeras"…

Catriela Soleri


Igual que con las mujeres de Murakami, al escuchar las palabras de Tristana me identifiqué con un personaje aparentemente distinto a mi por muchas situaciones.
Ella logra resumir en esta historia, sentires muy profundos.

No diré más, tienen que verla.


Catriela Soleri

Maldito mecanismo con el que tengo que sobrevivir. Cada nueva experiencia, cada tormento; y comienza a hilarse un tejido de palabras con las que pretendo expresar lo que se agitaría dentro mi, si fuese yo un receptáculo –el cual soy, y dentro del cual efectivamente se baten “cosas”-

Hay “momentos” –y los llamo así porque pueden ser días, segundos, horas, semanas, o temporadas- en los que deseo con todo mi corazón ser una persona menos “dramática”, con una ideación más terrenal de la sexualidad. Quisiera no tener que velar mis propias incertidumbres. Ser más irreflexiva, y preocuparme menos por aquello que parece venir de las profundidades insondables que somos cada uno.

No importa el incidente, ni la trascendencia o magnitud del que goce. Mi mente trabaja de la manera en que menciono, e inevitablemente intento explicarme la vida con la estructura que le daría a un ensayo académico, o a un post del blog. Ahora mismo lo hago, pero debo aclararles, que no considero a lo que hago ahora, “escribir”. Y lo digo, porque me propuse no andar publicando cualquier cosa que considerase medianamente rescatable.  Lo que leen ahora, no es algo que escribo, es algo que SIENTO.

Y si sale a colación  esta sarta de (palabra a elegir por el lector) es porque ayer viví un día muy extraño, desde el comienzo hasta el final –incluso hoy, la prolongación patrocinada por las consecuencias y el no dormir- 
Recibí el último regalo que la Tía Teresa podía haberme concedido -aún sin quererlo- “El lazo” con el cual puedo atar un manojito de afirmaciones sobre la existencia, decisiones tan irrevocables como mi vocación hacia el sufrimiento.

Normalmente, cosa que pasa, cosa que a medias estructuro, y ya estoy escribiendo sobre ella para publicar, o para permitirle perderse entre montañas de papeles que ostentan la insignificancia. 
Y en esta sucesión interminable de eventos no puedo evitar las analogías. Sinceramente lo siento. Pero para redimirme, hoy me permitiré cocinar tres acontecimientos que audaces lograron escapar de la plasticidad y lo falso. Y que por eso me han marcado profundamente.

Las vacaciones invernales del 2008 son hoy –y quizás mañana también- la respuesta  y la cuestión a muchas  de mis tribulaciones.