Catriela Soleri
- Señorita, ¿hubo algún problema con su mano?

-No, Doctor. Inmovilizarla, me ha sentado muy bien.

- ¿Entonces, es algo más?

- Sí. Últimamente, un dolor seco me envuelve el corazón.

-¿El corazón?

- Sí, y quería preguntarle, si habría forma de inmovilizármelo también.
Catriela Soleri
-Doctor, tengo un malestar profundo, digo señalándome el pecho.

- ¿Síntomas?- Llanto largo, tres veces al día. Inapetencia e insatisfacción con todo lo que antes me producía placer.

-Está usted enferma de vivir, señorita Díaz.

- Ya me lo imaginaba. Y dígame doctor, la vida, ¿podría extirpármela?
Catriela Soleri

Que alguien me apuñale hondo en el pecho, que me rompa las costillas, y arranque con furia cada cosa que encuentre dentro de mi.

Nada sirve ya.


Intento ponerme de pie, pero mis piernas no responden y caigo, mientras un dolor hasta ahora desconocido, parece partirme en dos, desde la cabeza hasta el ombligo.

Cegada por la confusión, no paro de vomitar.


Parece que esto es la eternidad vulgar del fin de mis días. Del rompimiento irreversible de mi corazón.

Aquel por el que ya no puedo pelear más.

Catriela Soleri

Como un perro asustado, cansado de esquivar autos, y huir de chiquillos que riendo, apedrean perros con la misma fuerza con la que sus padres los golpean. Estoy.

Como el perro sarniento, sólo un amor dedicado, podría salvarme. Pero ni al perro, ni a mi, se nos acercan los sanos. ¿Quién querría sarna en la piel, o un corazón destrozado?

De un momento a otro, perdí todo lo bueno que me rodeaba. Logrando sólo conservar una vida desastrosa, de la que no forma parte, la vieja yo.

Catriela Soleri

Su fantasma, no es cualquier fantasma.

Hace su mágica aparición, de noche. Siempre.

Compartimos el mismo espacio, aún estando en puntos distintos.
Él se sienta en la cama, y yo me levanto para caminar en círculos. Él enciende un cigarrillo, y yo se lo quito. Así vamos quemando el tiempo. Para no enloquecer. Más.

Sólo en las sombras le he visto, y a pesar de ello, no pierdo la fascinación.

Otros fantasmas van, y vienen. Encantándome, desencantándome. Pero el lugar de ese fantasma, nadie podrá ocupar.

Catriela Soleri
Con tu mirada sobre mi, estuve cerca de olvidar que volverías a desvanecerte.
Catriela Soleri
Después de tantos meses, las letras accidentadas brotan de mi lápiz. Intento plasmar la confusión que siento, pero sólo se me ocurren lugares comunes. Entonces desisto.

Las horas de anhelo escribano han caducado para mi, desde el momento en el que decidí consagrarme a vivir, para escribir de algo diferente al amor juvenil.

Mi vida no es lo suficientemente digna, como para ser desordenada en un lugar que no sean mis recuerdos.

Por eso, en cuanto me instalo en la labor de escribir, Óscar, eres lo único que acude a mi mente. Eres el punto inicial en toda historia, la razón de todos mis viajes.

Y como no puedo cambiar mi inicio en este trajín, prefiero abandonar, antes que hundirme en lo único que eres realmente, un recuerdo desenfocado, y ampliado por la máquina defectuosa que soy yo.