Catriela Soleri

Como un perro asustado, cansado de esquivar autos, y huir de chiquillos que riendo, apedrean perros con la misma fuerza con la que sus padres los golpean. Estoy.

Como el perro sarniento, sólo un amor dedicado, podría salvarme. Pero ni al perro, ni a mi, se nos acercan los sanos. ¿Quién querría sarna en la piel, o un corazón destrozado?

De un momento a otro, perdí todo lo bueno que me rodeaba. Logrando sólo conservar una vida desastrosa, de la que no forma parte, la vieja yo.