Catriela Soleri

Que alguien me apuñale hondo en el pecho, que me rompa las costillas, y arranque con furia cada cosa que encuentre dentro de mi.

Nada sirve ya.


Intento ponerme de pie, pero mis piernas no responden y caigo, mientras un dolor hasta ahora desconocido, parece partirme en dos, desde la cabeza hasta el ombligo.

Cegada por la confusión, no paro de vomitar.


Parece que esto es la eternidad vulgar del fin de mis días. Del rompimiento irreversible de mi corazón.

Aquel por el que ya no puedo pelear más.