Catriela Soleri
"Odio a los amores de la vida, de los amores de MI vida".
Catriela Soleri
(Mezclando de tres en tres, se hace poesía libre)


Un buenas noches que se guarda, provocando dolor; de ese imposible de erradicar por la profundidad con que se arraiga.


Con música inapropiada me desespero, buscando algo que fomente mis sentimientos.
Porque hasta lo más dulce se amarga…


De decepciones está hecha la miel.
¿Y hay quién la desprecie?


“Intentarlo” me suena a fracaso desde la primera sílaba.
Cuando la dialéctica es un lujo inalcanzable, es mejor que las palabras no se regalen a cualquiera. Evitemos monólogos absurdos.


Escapa antes de que haga explotar el televisor.
El vidrio podría incrustarse en tus anhelos aun inocentes, y lastimarte.






Me odio a mí y a todas.

Catriela Soleri
Si tengo niños; no tendré niñas...
Catriela Soleri
Tus caricias en mi espalda, como el viento meciendo las hojas de árboles en otoño.
Caigo, y me elevo. Vuelo alto, vuelo lejos.
Me gustan mis ojos cuando se reflejan en los tuyos.

Bailo con un miedo disfrazado de reclamo. Que se oculta. Que se esconde, hasta que se hace obvia la indigestión.

Tú no estás enferma. Tú estás triste.
¿Y si fuera cierto? Aquí nadie se muere.
La gente que muere, está en tierra llana. Nadando en cazos dulces.
Y vaya que mueren.
Han muerto muchos.


En mesas redondas se discuten finales tristes. Porque la gente ahora vive buscando tragedias, para hacerlas propias.


Otra vez el miedo. ¿A qué? A lo distinto, digo yo.
Aunque no conozca una verdad. Puedo hablar de otras no verdades.
Porque como tú, miento yo también.

No suelo adelantarme. Me gusta caminar en el frío y blanco pasillo, para que la noche se alargue.
Y pienso en sueños ajenos. Sueños que se reinterpretan a sí mismos; a nosotros ajenos.

Me expando en ti. Me comprimo en otros.
Los silencios se necesitan. Existen.
¿Acaso alguien tiene vocación de entender?

Pero, ¿qué se entiende?
Algo. Algo ha de ser entendido alguna vez.
Catriela Soleri






Con suficiente papel y tinta, puedo pasar la noche entera escribiendo sobre ti, y sobre aquellos dibujos que salen de tus manos. No importan ni el frío, ni la soledad. Es posible que hasta me gusten.

He encendido cuatro velas, pues la luz a esta hora me parece casi tan imprudente, como las voces de los ebrios que llegan eufóricos a sus casas, en día de guardar.

De esas cuatro apagué una; y dispuse muy cerca de mí unas tres, pues dicen que las velas frente a los espejos abren portales; reviso desde todos los ángulos en que la mesa me permite reubicar las velas, y nada. Desde cualquiera, quedan siempre dando la cara al espejo.
Tienes de velas y espejos, llena la casa. ¿Cuántos portales son posibles abrir en un solo recinto?


Mis ojos invertidos se reflejan debajo de un vidrio que sostiene copas en la vitrina del comedor.
Imágenes de terror, y sombras que pertenecen a monótonas personas vivas, me acosan.
Qué bella imagen se produciría, si yo, triste derramara una lágrima; y ésta explícita subiera en el reflejo del vidrio, cuando en realidad baja hacía la tierra que a todos nos espera.

Una tierra que se esconde debajo de nuestras cómodas casas. Mientras la miseria/bendición de la muerte permanece ahí, esperando el rocío de nuestras lágrimas, que alimentan a la pobre eterna.

Sigo pensando en tí, en que, entré a tu cotidianidad solo para aburrirte.
¿Qué haré ahora que ya no me quieres?