Catriela Soleri

Maldito mecanismo con el que tengo que sobrevivir. Cada nueva experiencia, cada tormento; y comienza a hilarse un tejido de palabras con las que pretendo expresar lo que se agitaría dentro mi, si fuese yo un receptáculo –el cual soy, y dentro del cual efectivamente se baten “cosas”-

Hay “momentos” –y los llamo así porque pueden ser días, segundos, horas, semanas, o temporadas- en los que deseo con todo mi corazón ser una persona menos “dramática”, con una ideación más terrenal de la sexualidad. Quisiera no tener que velar mis propias incertidumbres. Ser más irreflexiva, y preocuparme menos por aquello que parece venir de las profundidades insondables que somos cada uno.

No importa el incidente, ni la trascendencia o magnitud del que goce. Mi mente trabaja de la manera en que menciono, e inevitablemente intento explicarme la vida con la estructura que le daría a un ensayo académico, o a un post del blog. Ahora mismo lo hago, pero debo aclararles, que no considero a lo que hago ahora, “escribir”. Y lo digo, porque me propuse no andar publicando cualquier cosa que considerase medianamente rescatable.  Lo que leen ahora, no es algo que escribo, es algo que SIENTO.

Y si sale a colación  esta sarta de (palabra a elegir por el lector) es porque ayer viví un día muy extraño, desde el comienzo hasta el final –incluso hoy, la prolongación patrocinada por las consecuencias y el no dormir- 
Recibí el último regalo que la Tía Teresa podía haberme concedido -aún sin quererlo- “El lazo” con el cual puedo atar un manojito de afirmaciones sobre la existencia, decisiones tan irrevocables como mi vocación hacia el sufrimiento.

Normalmente, cosa que pasa, cosa que a medias estructuro, y ya estoy escribiendo sobre ella para publicar, o para permitirle perderse entre montañas de papeles que ostentan la insignificancia. 
Y en esta sucesión interminable de eventos no puedo evitar las analogías. Sinceramente lo siento. Pero para redimirme, hoy me permitiré cocinar tres acontecimientos que audaces lograron escapar de la plasticidad y lo falso. Y que por eso me han marcado profundamente.

Las vacaciones invernales del 2008 son hoy –y quizás mañana también- la respuesta  y la cuestión a muchas  de mis tribulaciones.

2 Responses
  1. Concertina Says:

    Pero aún así lo más sincero.

    Como me dijiste una vez: "Disfrutalo y aprende que hasta esto tiene algo de hermoso".

    Te quiero loca.


  2. cantinflas45 Says:

    Yo creo que todos aprendemos algo, en el día a cada segundo, a cada minuto y hora que pasa, pero de este joven en especial aprende uno mas que de otros…