Catriela Soleri



Soy pequeña, insignificante, pero, se que soy diferente a los demás; porque a pesar de mi diminuto tamaño, cabe una inmensa cantidad de tristeza dentro de mí.

Hay veces que hasta pienso que en lugar de entrañas, estoy repleta de tristeza, pura y sólida. De esa, que rara vez se encuentra en su estado natural.

Mi tristeza se mueve y se transforma. La obligo, porque un día aprendí que si la dejo estancarse, endurece; y ahí si ni quien la pueda arrancar, solo hasta que ella se canse, de estar quieta.

Tristeza finaliza con la letra “A”, es femenina, mujer, como yo. Las mujeres sufrimos; y hasta orgullo siento de estar repleta de mujer.

Algunos días, ella se estira, y se ensancha dentro de mí; en un equivalente a lo que yo tengo por período menstrual, dado que ella se reproduce de forma distinta a mí.

Durante esos días, puede ser realmente insoportable. Pero la entiendo.

Es ella, y no yo, quien se siente terriblemente aprisionada por la otra; y tanta es su desesperación por librarse de mi, que en ocasiones, parece que ni las lágrimas logran disminuirla, y sacarla, aunque la conviertan mil veces en la humedad que se acumula en mi almohada.

Taaaan grande es, que llego a sentir que pasaré días llorando para poder apaciguarla.
Pero aun así, ella siempre está presente, siempre me obliga a expresarme por ella. Y yo, obedezco. Yo la amo.
1 Response
  1. Jan Says:

    chale awww... me agrada este post. Sabes la tristeza me ha quitado tanto, pero aun asì al igual que tù nunca he dejado de amarla con la misma intensidad que la odio.
    Es como un cìrculo vicioso en el cual me encanta estar, aunque pocas veces lo acepte. awww... que chido.