-My heart is blue- fueron sus palabras, yo las engullía lentamente, la emoción me entumía las manos.
-¡¿Qué haces aquí?!- Gritó mi madre al encontrarme dormida en la sala. Todo había sido un sueño, y no me moví durante minutos, aferrándome a el, y a él. Poco podía hacer ya. De cualquier manera permanecí ahí, escuchándola guardar y acomodar cosas.
Nunca he entendido porque la gente despierta a quienes no tienen nada que hacer. Puede que les parezca placentero ejercer poder sobre alguien en estado vulnerable. A mi me parece detestable; pero definitivamente, los demás no son yo, y yo espero nunca ser ellos.
Terminó de hacer “cosas” y se fue. A penas me estaba decidiendo a moverme para ir al baño y pasearme por la casa, cuando mi padre bajó, e hizo ruidos similares a lo que mi madre había hecho minutos antes. Me paralicé.
Extrañamente me sentía más cómoda en la sala que en mi propia habitación, ahí me molestaban menos, aunque al carecer de puertas, quedaba a la vista de quien entrara a la casa. Una cosa por otra.
Y como para mis padres es incomprensible que la gente pase tiempo leyendo a solas, o duerma siestas en tardes aburridas. Seguirán robándome sueños violentamente, hasta que algo nos desagarre los hábitos.
Estoy aquí no estando, y no donde tú escribes cartas que no son para mi.
Y no queriendo estar, estoy. Y tú queriendo estar con ella, tienes que conformarte con enviarle cartas.
Me planto frente al espejo, y me observo fijamente, soy la misma, los demás me reconocen, pero sé que algo ha cambiado. Y entonces me ignoro, para después volver a encontrar mi mirada en el reflejo, que con cada ciclo es más oscuro.
No entiendo que pasa, y ahogándome en este profundo océano, busco respuestas a través de la ventana. Donde no encuentro más que belleza. Que lejos de alegrarme, me atormenta.
Mi determinación flaquea.

Todo esto de cuestionarse cada cosa, está muy bien, pero cuando se convierte en una condición, un estado inherente a uno, puede causar más molestias de las que un ser humano puede, o quisiera soportar.
Pero un suceso le ha dado un giro a “esa” historia, y desde acá todo se torna muy divertido. Seguiré contemplando.
No elimino el blog, porque aquí empecé, y aquí ha habido buenas épocas.
Me recuerda toda la felicidad e ilusiones con las que empecé a publicar. Me confronta conmigo misma.
Ya no quiero conocer a más niños de mamá. Por favor.

Shit! Hoy al desmaquillarme, tardé un rato en aceptar que esas manchas oscuras debajo de mis ojos no se llaman "delineador corrido" sino "ojeras"…
Maldito mecanismo con el que tengo que sobrevivir. Cada nueva experiencia, cada tormento; y comienza a hilarse un tejido de palabras con las que pretendo expresar lo que se agitaría dentro mi, si fuese yo un receptáculo –el cual soy, y dentro del cual efectivamente se baten “cosas”-
No importa el incidente, ni la trascendencia o magnitud del que goce. Mi mente trabaja de la manera en que menciono, e inevitablemente intento explicarme la vida con la estructura que le daría a un ensayo académico, o a un post del blog. Ahora mismo lo hago, pero debo aclararles, que no considero a lo que hago ahora, “escribir”. Y lo digo, porque me propuse no andar publicando cualquier cosa que considerase medianamente rescatable. Lo que leen ahora, no es algo que escribo, es algo que SIENTO.
Las vacaciones invernales del 2008 son hoy –y quizás mañana también- la respuesta y la cuestión a muchas de mis tribulaciones.