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Catriela Soleri
Yo no tengo talento, no se porque hago esto.
He notado que la vida se me escapa entre el papel y las sombras.
Quisiera desaparecer, dejar de soñar, y dormir eternamente.
Quisiera ser un ratón y pasar inadvertida, incomodando la vida de muchos y causando pánico, logrando sacar el lado valiente de aquellos que intenten matarme.
Mátame, pero no me desfigures.
Mátame, pero no dañes mi piel.
Mátame, pero no te arrepientas.
Mátame pero promete silbar después.
Caminando me voy hasta el cielo, en busca de unos ojos para mirar, para adentrarme en su interior cuando logre observar de cerca su brillantez y luminosidad.
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Catriela Soleri
En el aire transparente parecía que la imaginación se llenara de vida, escapara de las riendas de la razón, y mirar era no poder dejar de verse cayendo al vacío, mientras el cielo y las montañas cambiaban de lugar en un girar lento, mientras el grito le salía a uno de la boca como un globo ocioso, mientras el pelo y las faldas flotaban al viento…KING, Stephen.
El Resplandor, Vista panorámica del Overlook.
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Catriela Soleri
Amo tu indiferencia y mi obsesión. Pues me hastía tu atención.
Me dejo poseer por ansias enfermizas de saber que te tengo lejos. La morbosidad de tenerte presente. Cercanía fantasiosa. Necesidad innecesaria. Conspiración de una obra improvisada: “El deseo de tenerte, y las ganas de perderte”.
Odio la sensación suave de tus palabras deslizándose sobre mi piel. Demasiada delicadeza para ser cierta.
Un poco más y mi cuerpo explota en esta lucha silenciosa.
Mares oscuros e infinitos se ciernen a mis pies. Lejanísimos son tus ojos. Y ya no espero nada. Nos vamos a odiar.
Es nuestra secreta/ no existente relación lo que terminará consumiéndonos en los propios deseos. Pues al verte solo quiero recorrerte y hacerte mío con ese traje prohibido.
Ese acento sensual que me imagino desprendería un aliento cálido en mi garganta, mientras me llenas de malos besos.
Odio tu atrayente mirada plagada de locas pero deliciosas intenciones, nos imagino practicando pasiones mal vistas.
Odio la falta de soberbia, sin tono de altanería, sereno cuando me hablas me reprimo. No contesto y te quedas en silencio, siento la impotencia apoderarse de mí.
Recuerdo que amo mi dolor, las ganas de sentirlo, lo afortunada que soy de tenerlo.
Tarde por la noche algo anda mal, terriblemente mal, sola estoy con mi dolor que llega al fondo… y a tu fotografía.
Una mueca, una sonrisa falsa, y estudio sus formas malhechas.
El horror a tu ausencia, un reclamo violento, y tu voz. Desesperación que se va de mí cuando grito tu nombre, que se no me pertenece.
Me arrincono y pienso en tus labios de cereza, en el aroma sin disfraz, en la satisfacción de poseerte en mis sueños, en la manera en que inspiras mis letras, en el enamoramiento recíproco cansado de nuestras dudas. Me inquietas, me excitas, pero al final no me llenas, necesito más, pero no de ti.
Amo tu dolor, pero odio verte lastimado. Poco a poco me acerco y te abrazo. Me prometo lavar tu tristeza con mis lágrimas, aunque eso me lastime más.
Es la intensidad de esta odiosa entrega que provoca el latente sentimiento de sacrificio, porque me sacrifico, tú renaces, y yo… caigo muerta.
Por Astrid y Mariana
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Catriela Soleri

La vida está hecha de pequeñas cosas.
Y se disfruta hasta lo más simple.
Mar por ejemplo, disfruta del gusto y aroma del café.
Y para Ana no hay más gozo que el de escuchar las composiciones Bethovianas, y pausarlas en el momento cumbre, distraerse un momento, y después reanudarlas.
Lo hace con el fin de escuchar ese intenso momento como si fuese un inicio, pues siempre se ha preguntado ¿Por qué la música no es así? ¿Por qué no podemos disfrutar de lo máximo desde el comienzo? ¿Por qué no ir directo a lo emocionante?
Pero Mar, siempre con su aburrida sensatez le ha dicho que si lo emocionante llegara al principio y sin esfuerzo no sería apasionante, y por ende no se disfrutaría igual.
Y de nuevo Mar arruinó todo.
Ana odia que respondan antes que ella misma sus propias cavilaciones.
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Catriela Soleri
Mientras me baño limpio mis pensamientos.
Siento como se van desvaneciendo de mi cuerpo y mente,
junto con la suciedad de mi alma.
Y hasta los veo desaparecer por la coladera.
Pero al cerrar el grifo,
al dejar atrás el sonido del agua,
vuelve su voz,
y vuelve todo aquello que tanto odio.